martes, 11 de diciembre de 2018

Importancia de jugar al aire libre

Por qué los niños necesitan jugar al aire libre, según la neurociencia

El tiempo de juego en libertad desciende en las últimas décadas, mientras que aumentan los pequeños con ansiedad y depresión

GETTY GETTY-QUALITY
Por paradójico que parezca, los presos pasan más tiempo al aire libre que muchos niños de nuestras ciudades. Casi el doble. En concreto, el tiempo al aire libre en contacto con la naturaleza se ha reducido considerablemente, pasando más del 90% de su tiempo en espacios cerrados. El correcto desarrollo del niño necesita movimiento desde que nace y la forma más fácil e interesante de moverse, es jugando y si puede ser, al aire libre.
El sistema nervioso sirve para moverse, el resto de las miles de páginas de un manual de neurociencia están subordinadas a este hecho de la naturaleza tan relevante. Y es algo extraordinario, tan bello como complejo. La función última de un ser vivo es reproducirse, para lo que necesita acercarse a ciertos estímulos, como la posible pareja, y alejarse de otros, como los depredadores.
Los subsistemas sensoriales y emocionales están al servicio del subsistema motor, que a su vez está relacionado con una conducta de acercamiento o alejamiento. Lo podemos comprobar en la vida diaria. Si en la piscina pisamos algo cortante, levantamos el pie instintivamente. Si nos atrae alguien o algo, nos acercamos poco a poco. Asimismo, si no nos gusta una situación o detectamos un peligro, nos alejamos. Todo es moverse, pues. Y nuestro cerebro dedica muchas neuronas para llevar a cabo esa función.
Una gran superficie de nuestros hemisferios en nuestro cerebro, en concreto, la corteza motora primaria y secundaria, se halla dedicada al control motor. Existen núcleos neuronales -un complejo llamado estriado, situado en las profundidades cerebrales-, dedicados, entre otras cosas, al movimiento planificado. Asimismo, el cerebelo, que se encuentra en la parte posterior del encéfalo, es otra estructura fundamental para el movimiento. También existe un subsistema completo -llamado vestibular- para garantizar el equilibrio en todos nuestros movimientos. Son muchísimos recursos, pero en ellos nos va la vida.
Durante el desarrollo temprano, nuestra especie aprende paulatinamente a moverse de manera cada vez más sofisticada, lo que significa que aprende a manejar los subsistemas implicados en ese movimiento: el sensorial, el vestibular, el cognitivo y, por supuesto, el emocional. Y ese aprendizaje se realiza en la infancia mediante el juego.

Muchas funciones del sistema nervioso tienen ventanas temporales de neuroplasticidad, donde la sensibilidad es crítica y su formación óptima. Por ejemplo, andar y hablar en los tres primeros años. La alteración de la plasticidad durante períodos críticos de desarrollo está implicada en muchos trastornos neurológicos pediátricos.
Estas ventanas tienen como fundamento de aprendizaje el juego en todas sus variantes. Algunas funciones son fisiológicas, como el sistema nervioso vestibular, que, como hemos explicado, realiza dentro del cerebro la función del equilibrio y que necesita de estímulos para su desarrollo, ya que de lo contrario la movilidad del niño no estará optimizada y tendrá miedo ante cualquier desafío que conlleve desplazamientos en altura, velocidad, giros o cambio de postura bruscos. Los moratones, heridas y rasguños son, pues, un derecho de los niños a la hora de aprender. Es más, pretender evitarlos a toda costa puede producir déficits cognitivos y emocionales para toda la vida.

Modular la agresividad y la empatía

El juego debe ser la principal actividad de un niño. Es lo que su cerebro espera: juegos y más juegos, sobre todo relacionados con la actividad física y preferiblemente al aire libre. Se puede jugar solo –además, el cerebro también necesita aprender a aburrirse- y, sobre todo, en compañía. Cuanto más heterogéneas sean las edades de los niños que juegan, mejor será para el desarrollo de las relaciones personales, la modulación de la agresividad o la empatía.
Cualquier persona que haya tratado con niños, habrá observado cuáles son sus preferencias y cómo disfrutan cuando van a los columpios, no digamos ya a los parques de atracciones. La velocidad, las vueltas, la sensación de peligro que causan las alturas, los desafíos del equilibrio... Todo eso es muy atractivo para el niño, porque lo que estamos haciendo es llevar su cerebro al entorno donde hemos evolucionado durante millones de años y al que estamos adaptados. Vivimos en ciudades desde hace unos pocos cientos de años y la evolución no ha podido adaptar nuestro organismo a vivir en ellas. Cuando un niño juega al aire libre preferiblemente en un entorno natural , el cerebro lo agradece con una inyección de felicidad. ¿Hay riesgos? Por supuesto, eso es vivir.
Por naturaleza, los niños, no tienen excesiva conciencia del pasado y tampoco del futuro, viven el momento. Su actividad principal es jugar. Y el juego promoverá que nuestro hijo aprenda a moverse con habilidad, a no herirse, a valorar las situaciones de manera adecuada y, cuando no haya otro remedio, a ser agresivo y sobre todo a serlo con la medida adecuada, respetando en lo posible los valores aprendidos. Ahí, el entorno familiar tiene un papel fundamental.
Puesto a pedir, mejor la naturaleza que el jardín del barrio porque el cerebro necesita la novedad, la curiosidad y la investigación. El juego permite a los niños, después de haber muestreado sus entornos, generar, de manera bastante eficaz, un repertorio de comportamientos innovadores que pueden adaptarse a un nicho específico. La exploración de lo desconocido, por fortuna, va en nuestros genes.

Niños con ansiedad y depresión

Durante las últimas décadas, en las sociedades modernas –sobre todo las occidentales- se ha dado un declive en la libertad de los niños para jugar, especialmente en juegos sociales y en grupos mixtos de edad que se hallen lejos de las miradas vigilantes de los adultos. Al mismo tiempo, se ha producido correlativamente en los niños un incremento considerable de trastornos de ansiedad, depresión, sentimientos de tristeza, impulsividad o narcisismo.
Todos hemos sido pequeños y hemos disfrutando con el cosquilleo que produce asomarse a lo alto de un tobogán o subir por las estructuras de hierros de los columpios. Dar vueltas en los tiovivos o colgarse de cualquier lado como un mono -al fin y al cabo, lo que somos- es una fuente de evidente placer. Cualquier conducta que ponga a prueba nuestro sentido del equilibrio nos atrae como un reto desafiante. Tanto es así que, durante su desarrollo, los niños sondean los límites para superarse a sí mismos poco a poco. Un paso más, un escalón más, una vuelta más... El peligro les atrae, pues les marca sus límites
Así la teoría de la regulación emocional a través del juego, propone que uno de las principales funciones del juego en jóvenes mamíferos es para el aprendizaje de cómo regular el miedo y la ira. En un juego con cierto riesgo los más pequeños aprenden a enfrentarse a pequeñas dosis de miedo que son manejables sin caer en emociones negativas por mucho tiempo. Así aprenden que se puede superar la situación y recuperar después un estado emocional normal de alegría.
Los análisis revelan que, al mismo tiempo que se coarta la libertad en el juego, entre cinco y ocho veces más jóvenes sufren niveles clínicamente significativos de ansiedad y depresión, según los estándares actuales, mucho mayores que en los años cincuenta. Así como la disminución en la libertad de los niños para jugar con cierto riesgo ha sido continua y gradual, también lo ha sido el aumento de la psicopatología infantil Hacen falta más estudios para corroborar esto. Por ejemplo, Peter Schober, de la Universidad de Medicina de Graz, afirma que los niños sedentarios –los que no asumen riesgo alguno- enferman cinco veces más de depresión que los que se mantienen activos.

Ellos saben cuándo asumir riesgos

Tenemos una tendencia innata a subestimar las capacidades cognitivas de los niños, pero lo cierto es que ellos saben mejor que nosotros cuando están preparados para asumir cierto riesgo. En la playa, mi hija pequeña sabe perfectamente hasta qué altura pueden llegar las olas antes de salir corriendo hacia la arena. Hay muy pocas posibilidades de que una ola la coja desprevenida, pues su cerebro activa los mecanismos para saber dónde están los límites.
Es cierto que los niños pueden equivocarse –y lo hacen y así aprenden-, pero no suele ser lo frecuente. Si no, no habríamos sobrevivido como especie. Cómo los niños asumen retos y riesgos que son manejables, un resultado negativo leve es aceptable. Y si no, los padres podemos echarles un ojo, como por lo demás debemos siempre hacer en las playas o piscinas.
Porque es muy importante saber que todos los niños no son iguales. Lo que para uno puede ser estimulante para otro puede ser traumático. En esta diferencia los padres desempeñamos un papel fundamental. Los niños deben elegir el riesgo que pueden manejar. No debemos forzarlos a tratar con riesgos mayores, aunque sepamos que no son perjudiciales. El punto de vista del niño es diferente. Si le da miedo que una ola, le tape la cara no hay que forzarle, por mucho que sepamos que no pasa nada. La mejor forma superar retos es que el niño los elija. Y el juego es la vía que dirige estas conductas.
Merece la pena echar un vistazo a este documental de cómo algunas comunidades promueven el juego al aire libre, basado en la aventura, para fomentar el correcto desarrollo físico y cognitivo del niño.

miércoles, 14 de noviembre de 2018


Menos juego libre, más depresión y ansiedad infantil




 

Los expertos relacionan el aumento de psicopatologías en menores con la falta de autonomía para explorar y ejercer el autocontrol



Menos juego libre, más depresión y ansiedad infantil
Un padre pendiente de los movimientos de su hija en una plaza de Barcelona (Llibert Teixidó)

Cada vez son más los psicólogos, médicos y pedagogos que vinculan el declive del juego libre, espontáneo y sin supervisión de adultos con el aumento de las enfermedades mentales infantiles, en especial de la depresión y la ansiedad. ¿Por qué?
“Porque el decidir libremente con quién, dónde, cuándo y a qué jugar permite la adquisición de habilidades y destrezas, obliga a aceptar, negociar, pactar, tomar decisiones, resolver conflictos, ensayar, equivocarse, asumir riesgos, sobrepasar límites, y eso mejora la confianza y la resilencia, es decir, la capacidad de sobreponerse de manera optimista a las adversidades”, responde Jaume Bantulà, director del grado en Actividad Física y Deporte en Blanquerna-URL y miembro del Observatorio del Juego Infantil.

“Decidir con quién, dónde, cuándo y a qué jugar obliga a negociar, pactar, tomar decisiones, asumir riesgos... Y eso mejora la confianza y la resilencia”


Pero hoy padres y madres supervisan las actividades de los niños a escasa distancia y vigilan sus movimientos, sobreprotegiéndolos y privándolos de gran parte de esos aprendizajes. Y cuando no están bajo la mirada de los padres están bajo la supervisión de un maestro, un familiar o un monitor que dirige sus actividades, siempre controlado por un adulto que organiza y gestiona su ocio. El resultado es una notable falta de libertad para jugar y explorar por ellos mismos, para desarrollar intereses propios, para aprender a resolver sus problemas, cómo controlar su vida y, sobre todo, sus emociones.                                                   “El juego es el instrumento que tienen los niños para interpretar la realidad, para entender cómo funciona la vida y para explicarlo todo, y si se pauta, codifica y vigila mucho, si les decimos qué han de hacer en cada momento, se les quitan herramientas para que luego puedan inventar respuestas con sus propios recursos a las situaciones vitales que se le presenten”, cosa que tiene relación directa con la depresión y la ansiedad, explica José Ramón Ubieto, profesor de Psicología de la UOC.






“La mejor forma de arruinar el juego infantil es supervisar, halagar o intervenir”


Más categórico se muestra, si cabe, el neuropsicólogo Álvaro Bilbao, autor de El cerebro del niño explicado a los padres (Plataforma Editorial): “No es que el juego influya en el desarrollo psicológico sino que es una necesidad psicológica; y cuando los padres nos entrometemos y les advertimos, cuando les decimos hasta cómo se tienen que sentir, se les quita confianza, y un niño con menos confianza se siente más inseguro, más vulnerable, y tiene más riesgo de caer en depresión”. Subraya que, por el contrario, los niños que juegan solos son más capaces de negociar, de resolver problemas prácticos y conflictos, se sienten más competentes para hacerlo, se saben capaces, y eso les proporciona confianza y redunda en su autoestima. “Al niño que le llevamos siempre a actividades programadas, al que sobreprotegemos y alertamos continuamente de los riesgos, le damos un mensaje de que no confiamos en él, que hay que vigilarle, y eso afecta a la autoestima”, enfatiza Bilbao.
El psicólogo Peter Gray, dedicado a la investigación de las formas en las cuales los niños aprenden de forma natural y en el valor del juego, sostiene en sus artículos que la mejor forma de arruinar el juego infantil es “supervisar, halagar, intervenir”. Gray ha documentado y descrito una conexión causal entre el declive del juego libre y el aumento de patologías psicológicas en los jóvenes estadounidenses durante las últimas décadas. “En ausencia de juego libre con iguales, los niños no pueden adquirir las habilidades sociales y emocionales que son esenciales para una vida y un desarrollo psicológico sanos”, argumenta.

(Ana Jiménez)

“Si de niños siempre dependen de los maestros o de sus padres, en la vida adulta van a tener problemas para resolver sus dificultades porque no los tendrán a mano”, coincide Katia Hueso, cofundadora de Grupo de Juego en la Naturaleza Saltamontes, la primera escuela infantil al aire libre que se creó en España, y autora de Somos Naturaleza. Un viaje a nuestra esencia (Plataforma Editorial).
Hueso explica que cuando los niños tienen libertad a la hora de jugar, el juego en sí dura poco porque pasan la mayor parte del tiempo pensándolo, consensuando qué van a hacer, con qué y cómo, de modo que trabajan la creatividad, la imaginación y la fantasía además de las habilidades sociales.

Causas diversas

La superprotección de los padres, la vida en las ciudades, el urbanismo, los horarios laborales y las políticas infantiles limitan que los niños jueguen solos en la calle

Y remarca que si además de jugar con libertad lo hacen al aire libre, la combinación resulta aún más poderosa y beneficiosa para su salud mental, porque tienen más espacio, más materiales con los que jugar, aparecen más imprevistos a los que adaptarse y mayor sensación de libertad y serenidad. “Si el niño sale a jugar al campo y lo encuentra encharcado tendrá que jugar con el charco y no con el suelo, y eso significa gestionar los cambios, adaptarse y hacer cintura, que son cosas que vienen muy bien en la vida adulta para sobrellevar las cuestiones que no podemos controlar”, ejemplifica Hueso.
Pero el declive del juego libre no es sólo consecuencia de la superprotección de los padres. La tendencia a vivir en ciudades o grandes núcleos urbanos, el aumento del tráfico, los hábitos de vida, los extensos horarios laborales e incluso el tipo de urbanismo y las políticas infantiles desarrolladas durante décadas también han limitado el juego infantil. En las ciudades, los niños y sus juegos han desaparecido de las calles; fuera de los parques infantiles y las zonas de recreo, molestan. “Y a menudo esos espacios de juego público se caracterizan por su seguridad pero no invitan al juego espontáneo y creativo, y en ellos padres y madres supervisan las actividades a escasa distancia”, apunta Bantulà.
A este respecto, Petra M. Pérez –catedrática emérita de Teoría y Antropología de la Educación de la Universidad de Valencia– enfatiza que “cuando jugabas en la calle libremente con otros niños y niñas aprendías de forma natural a superar la frustración sin derivarla en agresividad –por ejemplo cuando corrías poco y no te querían para jugar al rescate–, a dilatar la gratificación –no podías saltar a la comba hasta que te tocaba–, a relacionarte con otros sin que se plieguen a tus caprichos, a autocontrolarte y a asumir las consecuencia de lo que haces o decides”.

Aprender a manejar riesgos


Por ventajas que tenga el juego sin supervisión al aire libre hoy resulta inimaginable dejar que los niños salgan solos a la calle para jugar con amigos. Las ciudades no son demasiado amables, es difícil encontrar lugares donde los niños puedan apartarse y explorar tranquilos y sin que los padres teman por atropellos, robos o secuestros. Pero sin descuidarlos, se les puede dejar “solos” por la vía de no intervenir cuando se les acompaña al parque o a la plaza. “Es importante que desde pequeñitos no interrumpamos el juego de los niños, dejarles a su aire, no interferir cuando interaccionan con otros bebés en el arenero ni ayudarles a trepar al tobogán... Hay que darles espacio y tiempo, quedarnos fuera del recinto y no intervenir en sus disputas salvo que haya agresiones físicas o abuso porque el conflicto se plantee con un niño mucho más mayor”, explica Álvaro Bilbao.

La seguridad

Se les puede dejar “solos” por la vía de apartarse y no intervenir cuando se les acompaña al parque o a la plaza

Katia Hueso cree que la intervención de los padres cuando acompañan a los niños al parque debe limitarse a dar pautas del tipo “de esta plaza no puedes salir” o “de aquel árbol no puedes pasar porque no te veo”, y dentro de esos márgenes ofrecerles juego libre, confiar en ellos, “porque cuando les das confianza suelen respetar los límites”. Añade que cuando se les permite manejarse solos, los niños adquieren mayor capacidad para valorar el riesgo. “El niño al que se aúpa al tobogán no sabe valorar sus posibilidades, pero el que lo hace por sí mismo sí sabe de qué es capaz, así que se mete en menos líos”, comenta .
Bilbao explica que hay estudios que constatan que en los parques de aventura donde hay elementos peligrosos (cuerdas, botellas, serruchos, clavos...) y los adultos tienen vetada la entrada hay menos accidentes que en los parques convencionales donde los padres están constantemente diciendo “cuidado con eso” o “no te subas ahí”.
Hueso subraya que cuando los adultos dejan espacio y no intervienen dan al niño no solo la oportunidad de explorar jugando, sino también de aburrirse, de frustrarse, de examinar sus ideas o de alejarse a un rincón para estar solo, “cosas muy importantes para la salud mental”. A modo de ejemplo comenta que si un niño quiere subirse a un árbol y no lo consigue, es mejor acompañarle en la frustración que empujarle para que suba. “Si le subes, su satisfacción será muy efímera; en cambio si le acompañas en la frustración y le dejas gestionar la impaciencia, la satisfacción que sentirá al subir a la tercera intentona sí que la recordará y le servirá en el futuro”, dice.

lunes, 6 de noviembre de 2017

Halloween en Zalfonada

Este Halloween ha sido muy especial ya que hemos contado con una donación de un abuelo de niños del colegio, nos ha regalado una CALABAZA DE 75 Kg.




lunes, 16 de enero de 2017

Reglas de aula en primaria

Os dejamos un bonito vídeo sobre las reglas del aula en primaria, es algo que TODOS deberíamos tener presente en cada momento, parece que estas reglas siempre van dirigidas a los alumnos pero debemos ser conscientes de que todos tenemos que actuar de esta forma, siendo responsables, respetuosos.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Los 22 maestros de Guillén

Os dejamos el enlace a un artículo de El Mundo en el que podemos conocer la bonita y atractiva experiencia de Javier Mur, maestro del colegio Minte, para hacer que sus alumnos se convirtieran en profesores de un compañero. 
No hay que darse por vencidos, siempre hay una salida.

martes, 11 de marzo de 2014

Entrevista con Kasparov

Os dejamos está interesante entrevista con un maestro del ajedrez.

Kasparov: "El ajedrez es una asignatura por sí misma"

  • "Gran parte del dinero de Sochi ha ido a Suiza"

JESÚS BOYERO26/02/14 - 16:15.
Es considerado, junto a Bobby Fischer, el mejor jugador de la historia. Número 1 del mundo de 1985 a 2005, protagonista de épicos duelos contra su compatriota Karpov —como el de Sevilla en 1987, que reunió a 13 millones de telespectadores durante la retransmisión de la última partida por La 2 de TVE—, Gari Kasparov siempre ha sido persona de retos.
Después de su retirada oficial de las competiciones en Linares (Jaén) en 2005, torneo que ganó en nueve ocasiones, otra persona con un carácter diferente se hubiera dedicado a la vida contemplativa. Pero no él, para quien no existe el concepto tiempo libre. Decidió entonces implicarse de manera en la actividad política de su país, lo que incluso le llevó a ser encerrado en la cárcel durante cinco días en 2007 y también unas horas en 2012. Ahora vive en Nueva York, con su esposa Daria y su hija Aida, y compatibiliza los libros, las conferencias y las exhibiciones con la labor de introducir el ajedrez en los colegios del planeta —especialmente, de la Unión Europea— y su candidatura a la presidencia a la Federación Internacional (FIDE), que celebrará elecciones en Tromso (Noruega) en septiembre.
Pregunta. España es para usted un país de gratos recuerdos. Ahora, ¿cuál es el motivo de su presencia aquí?
Respuesta.
Vine para mantener una reunión con altos cargos del Ministerio de Educación y con representantes de la Xunta de Galicia, de la Universidad de Vigo y del Ayuntamiento de Redondela, porque allí están desarrollando un proyecto muy interesante de ajedrez como herramienta educativa.
En España se está trabajando muy bien en este ámbito y ahora se trata de avanzar todavía más. Es un buen momento para ello porque la educación se ha convertido en una prioridad de muchos países y éste no es una excepción.
P. Usted siempre diferencia ajedrez en la educación de ajedrez en la escuela.
R.
Quiero resaltar esto. Ajedrez en la escuela puede confundirse con la práctica del deporte del ajedrez en los colegios —al estilo del fútbol o el baloncesto—, mientras que yo me refiero a una herramienta pedagógica importante, que enseña a pensar y transmite valores. Es decir, a una asignatura por sí misma o a un apoyo en la enseñanza de otras asignaturas, como matemáticas o historia.
Ha habido y hay muchas iniciativas en muchos países, pero con una clara falta de coordinación por parte de la Federación Internacional (FIDE). Para corregir ese problema creé la Fundación Kasparov en EEUU en 2002, después en Bruselas, y recientemente en Sudáfrica y Singapur. Pronto habrá otra oficina en Ciudad de México.
P. Como puede percibirse, por la presencia junto a usted de Silvio Danailov, está firmemente apoyado por la Federación Europea.
R.
Sí, con ellos logramos en marzo de 2012 algo que parecía imposible: convencer a los 27 países y múltiples ideologías que formaban entonces el Parlamento de la Unión Europea de que recomendasen la introducción al ajedrez como asignatura obligatoria en todos los colegios. Un porcentaje importante de los 415 votos favorables vino de los eurodiputados españoles.
Pero, desde el punto de vista práctico, es importante comprobar si lo que dice ese papel se cumple. Y uno de mis objetivos es contribuir a que se cumpla en los países más importantes, como España, donde hay una antiquísima y vasta cultura del ajedrez.
P. ¿En qué países, aparte de España, está más avanzada su introducción?
R.
Por el número de colegios, Polonia, con más de 500, es el siguiente a España, que tiene al menos 300 que lo imparten obligatoriamente en algún curso, y más de 1.000 donde es optativo o extraescolar. Como he indicado antes, 46 de los 55 eurodiputados españoles votaron a favor, pero si hablamos de Polonia fue el 100%, 50 de 50.
Además, es interesante resaltar el caso de un país pequeño, como Estonia, con solo 30 colegios donde se da ajedrez, pero donde la campaña es promovida por el Ministerio del Interior para reducir la delincuencia juvenil y ayudar a niños marginados.
También soy muy optimista en Grecia, en Francia, en Gran Bretaña, donde la labor se realiza colegio a colegio, y en Hungría, con el apoyo de Judit Polgar [única mujer en la historia entre los 10 mejores del mundo]. Si mantenemos esta tendencia y agrandamos el número de países, ahí está el futuro del ajedrez.
P. ¿A qué edad deben empezar los niños con el ajedrez?
R.
Si hablamos del efecto educativo, porque para aprender a jugar nunca es tarde, antes de los 9 años. Los resultados de las pruebas que se han realizado en varios países coinciden en que la capacidad de tomar decisiones empieza a formarse antes de esa edad. Por tanto, introducir el ajedrez en la enseñanza primaria significa estimular esa capacidad; después de esa edad, el cerebro es menos flexible.
Alguien podría decirme, con razón, que esos estudios científicos no son irrefutables porque el número de niños estudiados no es muy grande. Pero también es cierto que se han hecho en América, Europa, África y Asia. Y todos tienden a los mismos resultados. Confío en que muy pronto, tal vez en un año, tengamos ya resultados indiscutibles.
Además, como he subrayado al terminar la reunión en el Ministerio de Educación, el ajedrez no es caro, no requieres costosas instalaciones; ningún otro deporte ofrece una relación tan favorable entre inversión y frutos. Por no hablar del efecto integrador a través de Internet.
[Kasparov siempre ha tenido alma de líder. En 1990 rompió con la Federación Internacional (FIDE) después de que su presidente, el filipino y ya fallecido Florencio Campomanes, realizase muchas irregularidades. El campeón ruso reconoció años más tarde su equivocación al dividir durante 10 años el ajedrez con la creación de la Asociación de Jugadores Profesionales. Una vez realizada la reunificación, sin embargo, Kasparov no atemperó las constantes críticas a un organismo que considera anquilosado. Ahora, de un modo directo, quiere encabezar el gran cambio en el ajedrez].
P. ¿Por qué va a presentarse a la presidencia de la Federación Internacional?
R.
Es un momento histórico para el ajedrez. Lo que hagamos ahora, sobre todo si lo hacemos bien, marcará el futuro de muchos años. El ajedrez lleva mucho tiempo luchando por encontrar un hueco. La gente me pregunta por qué el ajedrez ahora no aparece tanto en los medios como en los años 70, con aquel histórico duelo Fischer-Spassky durante la guerra fría, o mis cinco duelos con Karpov y su gran simbolismo político.
En realidad, el número de practicantes hoy se cuenta en muchos millones, tantos que somos incapaces de precisarlo, y por tanto es mucho mayor que entonces.
P. La guerra fría se acabó y terminó la pelea por saber quién tenía al mejor cerebro.
R.
La diferencia, aparte de factores extradeportivos, es que los demás deportes, incluso el fútbol, no eran tan populares como ahora porque la televisión era menos potente. Uno de mis objetivos como presidente de la FIDE será encontrar un hueco mediático para el ajedrez. Es la única federación internacional con muchos países [engloba a 178] que carece de patrocinadores multinacionales de prestigio.
Yo tengo ese prestigio, tengo una estrategia para lograr el objetivo y estoy convencido de que mantener las cosas como han estado durante los últimos 19 años sería suicida.
P. Dos rusos pugnan por dirigir el máximo organismo del ajedrez. ¿Cree usted que el gobierno de su país le apoyara pese a su activismo político en contra de Putin?
R.
Por ahora hay un candidato oficial, que soy yo. Porque el otro [el actual presidente, el millonario Kirsan Iliumyinov] ni siquiera ha presentado su equipo y su propuesta, como indican las normas. Está ejerciendo un claro abuso de poder, utilizando los recursos de la FIDE, su dinero, su portal en Internet, los viajes presidenciales y todo lo que puede para hacer campaña.
Dicho esto, sí, somos dos rusos, pero es una cuestión retórica. Hace cuatro años el opositor de Iliumyinov en las elecciones era Karpov, un héroe nacional desde la época de la URSS, pero el gobierno de Putin se volcó con Iliumyinov. Por tanto, ahora, cuando el opositor es el rebelde Kasparov, la posición del gobierno de Rusia es evidente. De hecho, esa ayuda es esencial para él: me consta que las embajadas rusas en muchos países están llamando a las federaciones nacionales para pedirles el voto para Iliumyinov.
P. Si accede a la presidencia, ¿qué cambios urgentes realizará?
R.
Tengo un plan, que iré explicando en los próximos meses, en cuanto a cómo ayudar a las federaciones nacionales, desarrollar una clasificación mundial bien organizada, reducir el coste de las licencias, lograr patrocinadores serios… pero mucho dependerá de lo que me encuentre cuando abra los cajones de la FIDE.
Me temo que esta gente no nos va a dejar un terreno limpio, sino lleno de minas listas para explotar. Está todo muy oscuro en cuanto a contratos, cuentas bancarias... Me temo que habrá un montón de basura. De hecho, me preocupa mucho que Iliumyinov esté anunciando y prometiendo cosas que comprometen a la FIDE mucho más allá de las elecciones de agosto, y para las que ni siguiera tiene un presupuesto garantizado.
P. ¿Cómo ve el futuro del ajedrez como deporte en una época en que los programas son casi imbatibles? Viene a cuento recordar la famosa frase de Karpov: «La invención de la bicicleta no terminó con el atletismo. Simplemente, se creó otro deporte».
R.
Karpov tenía razón, pero también es verdad que las computadoras han influido mucho en el ajedrez actual. En todo caso, todo depende de la actitud de los jugadores. El nuevo campeón del mundo, Magnus Carlsen, está desbaratando con su actitud combativa y creativa la muy extendida creencia de que el ajedrez iba a ser muy aburrido, cada vez con más empates... Creo que el ajedrez tiene un gran futuro como deporte, siempre con mucha pasión alrededor, y no estoy especialmente preocupado.
Pero volviendo a lo que he dicho antes, el deporte atrae hoy a grandes multitudes hacia muchas disciplinas. Hacernos un hueco en ese ámbito no será fácil. He ahí otra razón más para impulsar el desarrollo del ajedrez como herramienta educativa.
P. Algunos no lo consideran un deporte
R.
La famosa discusión de si el ajedrez es o no deporte creo que tiene poco sentido. Para empezar, porque la conexión inequívoca del concepto del deporte con el ejercicio físico es discutible: el esfuerzo de un ajedrecista moviendo las piezas y pulsando el reloj no creo que sea menor que el de un practicante del curling, por ejemplo.
En el ajedrez, las posibilidades de triunfo son iguales para todos los participantes, no influye la suerte, como en el póker o en el backgammon. Aparte de que está organizado como un deporte y sería muy difícil organizarlo de otra forma, es suficiente para considerarlo un deporte.
Y hay otro punto muy importante: el ajedrez lo tiene muy difícil para competir con el fútbol, el baloncesto o el tenis en las grandes pantallas, aunque hay excepciones, como la retransmisión del Mundial de Sevilla y los 13 millones de espectadores. Pero si hablamos de Internet, de un portátil o de un teléfono móvil, la situación es justo al revés.
Por tanto, tenemos una estupenda tríada a favor del ajedrez, que nos va a llevar a una nueva era: educación, redes sociales y nuevas tecnologías.
P. Usted entrenó durante un año a Carlsen. Le conoce bien ¿Cree que el noruego dejará una huella profunda en la historia del ajedrez y llegara a ser MARCA Leyenda como lo fue usted en 1997?
R.
Es sin duda un gran jugador, y yo disfruté muchísimo trabajando con él en 2009. Tiene un estilo fantástico, combinando la precisión y la visión estratégica de Karpov con la determinación de Fischer para jugar hasta el último peón. Es una combinación formidable. ¿Puede ser uno de los grandes de todos los tiempos?
Quizá sí, porque está capacitado. Incluso aunque tengamos en cuenta la inflación de los puntos Elo [que miden el escalafón internacional], Carlsen es ya un gran jugador, aunque sus 100 puntos de ventaja sobre Fischer no significan, de momento, que sea ahora más grande que Fischer en 1972.
En todo caso, es un gran soplo de aire fresco. Es más, yo diría que Fischer, Carlsen y yo somos los campeones que más han contribuido a la promoción del ajedrez.
P. Ciudadano ruso residente en Nueva York. ¿Es verdad que ha solicitado la nacionalidad croata?
R.
Intento solucionar los problemas inherentes a ser ciudadano ruso con pasaporte ruso. Lo tengo ya lleno de visados, con muy pocas páginas libres, y eso puede causarme serios quebraderos de cabeza. Pronto se conocerá la solución de ese problema.
P. Putin liberó con un indulto en Navidades a Jodorkovski; recientemente las Pussy Riot fueron excarceladas. ¿Cree que está habiendo cambios significativos en materia de derechos humanos en Rusia?
R.
La situación en Rusia empeora cada día. La liberación de las Pussy Riot ocurrió justo dos días antes de lo debido. Lo de Jodorkovski es una historia más complicada.
Las últimas tres semanas, durante los Juegos de Sochi, han sido las peores en cuanto a derechos humanos en Rusia, por no mencionar a Ucrania, cuyo Gobierno ha actuado bajo una tremenda presión de Putin. Pocos saben que en ese periodo Putin encarceló a 450 personas que se limitaban a pedir su dimisión en las calles y a activistas de Greenpeace, empezó juicios a militantes de izquierdas cuyos cargos son ridículos y destituyó al director de Echo [una emisora].
Es muy típico de Putin utilizar el clamor de los Juegos para tapar acciones violentas y represoras contra sus opositores políticos. Rusia ha finalizado su transición desde una dictadura de partido a otra de una sola persona.
P. El presupuesto de Sochi 2014 ha sido tremendo.
R.
Sí. 52.000 millones de dólares. Cualquier cosa en Rusia de esa magnitud es una muestra del nivel de corrupción, especialmente de los círculos más íntimos de Putin. El principal beneficiario de los Juegos de Sochi no ha sido Rusia, sino Suiza, adonde ha ido gran parte del dinero.
P. ¿Hacia dónde cree que avanzan Rusia y Ucrania?
R.
Veo el futuro lúgubre, muy oscuro. Quizá sobreviva como un estado único, pero las fuerzas más reaccionarias, con Putin a la cabeza, están limpiando cualquier rastro de oposición, lo que llevará al desastre. Si tú creas un desierto con un clima durísimo, sobrevivirán las ratas y las serpientes, y poco más.
La diferencia con Ucrania es que en este caso sí hay una oposición real, que ningún presidente ha eliminado, porque no quisieron emplear la fuerza bruta en toda su potencia, prefirieron un consenso entre el Este y el Oeste. La gran diferencia con Putin es que a éste no le importa derramar sangre, y mete en la cárcel por muchos años a simples protestantes callejeros.
P. ¿Podría desintegrarse Ucrania?
R.
Si por desintegración entendemos que fuerzas internas de Ucrania dividirán el país, creo que no. Ahora bien, Rusia es el único país que no reconoce al nuevo gobierno. Y mucho me temo que Putin hará cuanto pueda para quedarse al menos con la península de Crimea, que es de clara cultura hegemónica rusa. Es una cuestión de ego, y Putin necesita una revancha tras su derrota en Ucrania.
Llevo tiempo diciendo que los Juegos de Sochi son una réplica de los de Berlín de 1936. Algunos me dicen que no es justo comparar a Putin con Hitler, y yo respondo que el Hitler de 1936 era un líder legítimo, no el genocida que ahora todos conocemos. De hecho, los periódicos más serios del mundo lo reconocían entonces como un líder legítimo, y aquellos Juegos fueron un soplo de fuerza para Hitler internamente, en Alemania.
El movimiento olímpico ya estaba entonces en manos del eje [Alemania-Italia-Japón]; por eso los siguientes Juegos, los de 1940, estaban previstos en Tokio [cancelados por la II Guerra Mundial]. Y tampoco olvidemos que el Barón de Coubertin fue muy favorable a los nazis en los últimos años.
Y mi chascarrillo favorito: la antorcha olímpica fue una idea de Goebbels, porque el fuego era un concepto que les encantaba a los nazis. En el desfile inaugural de los Juegos de Berlín, muchos equipos saludaron a la tribuna donde estaba Hitler. Y uno de ellos fue Francia. Luego dijeron que, en realidad, era el saludo olímpico, no el fascista, pero tengo mis dudas.
Sochi han sido los Juegos de una sola persona, de un dictador, a diferencia de los mencionados, que fueron propaganda de un sistema político.